No sé por qué, pero necesito recordar las cosas que pasé aquel día; de algún modo recordarlo me aligera la carga, recordarlo me hace tener que vivirlo de nuevo, y así también, dejarlo atrás como si hubiera sido en otra vida pasada. Sentía la necesidad de un abrazo, de un beso que me calentara el alma, en aquel lugar donde las lágrimas y la humedad en el aire eran lo más habitual. Desde mi vista sólo podía ver la neblina en la cima de una vieja montaña. Podía haber estado en cualquier lugar, pues llovía y aclaraba como si fuera un juego de azar.
En uno de esos días, que recuerdo que ya había dejado de contar las horas en la oscuridad, miré por el único hueco que dejaba entrar la luz de vez en cuando, y vislumbré al horizonte algo que se movía,... un halito de luz roja y azul que danzaba muy a lo lejos, deseé ser el viento y encontrarme con aquella luz, descubrir de qué se trataba, saciar mi curiosidad y salir de aquella oscuridad.
De pronto… así como había aparecido la extraña cosa, que jugaba a lo lejos a perseguirse a sí misma, desapareció sin dar más señas que el recuerdo de haber estado allí o haber sido sólo un invento mío. Al poco rato me sonaron las tripas, y descubrí de nuevo esa sensación incomoda de vacío en mi estómago; eran tiempos bárbaros, y para un prisionero lo eran aún más. Qué sensación aquella, la de la soledad y el hambre, la de oscuridad y neblina, era como estar muerto en vida.
Así pasaron unos días o semanas, no recuerdo la verdad. En aquella situación lo único que me impedía no enloquecer era mi antigua costumbre de estudiarlo todo. Como en aquel lugar no había ni luz ni tampoco qué leer, había aprendido a hacerlo de otro modo: a escudriñar en otros lados donde, de seguro de haberme visto, habrían ustedes pensado que había empezado a perder el control de mi conciencia. Sin embargo, en uno de eso días en que observaba por enésima vez las formas que tenían las piedras de la prisión en la que me encontraba, volví a asomar mi mirada por aquel hueco que de vez en cuando me traía alguna novedad.
En aquella ocasión recuerdo que un pajarito se asomó por el círculo, y al no sentir vida en el interior, o tal vez simplemente al oler el desagradable olor que despedía yo, decidió irse a alegrar a otro. Cuando se alejó del hueco pude ver la mágica luz de nuevo, parecía acercarse un poco más ,tanto que podía verle una forma, parecía más un pájaro colorido que un fuego fatuo como me había imaginado.
Cerré los ojos y esperé que al abrirlos ya aquel pajarillo danzarín no estuviera en mi ventana, sin embargo allí estaba acercándose un poco más a mí, como si de algún modo hubiera escuchado mis palabras, tal vez lo había ofendido pensé. Tal vez es algo más que sólo un pajarillo colorido. Entonces lo observé con más atención. La distancia que nos separaba ya no era mucha, y podía distinguir la luz roja que despedía de sus alas, entonces lo reconocí, un ave fénix era lo que se acercaba.
Cerré los ojos de nuevo y pensé que estaba soñando, y al abrirlos nuevamente ya se habría esfumado. Sin embargo ahí estaba, no sólo estaba cerca, volaba frente a mi ventana como quien espera ser invitado a entrar. Fue entonces cuando utilicé mi voz después de mucho tiempo en desuso, y le pedí con voz rasposa que entrara si quería. Al hacerlo iluminó con su presencia todo el lugar, y descubrí que no era tan pequeña como me lo había imaginado.
Intenté hablarle para saber qué querría aquel mítico animal con un simple prisionero, entonces me dijo algo que no podré olvidar nunca. Y junto a ello el modo en que lo hizo que jamás pude averiguar “eres el vidente de lo que queda y lo que la gente extrañará, pronto seremos historia ya nadie nos recordará, sólo seremos una mención en la leyenda de la vida, un pedazo de magia, no una criatura viva”. Y la parte más extraña es que no hizo ni siquiera un movimiento en los ojos, sentí que sólo mi mente pudo percibir sus palabras y que ni siquiera mis oídos sintieron el rastro de su voz.
Después de aletear un par de veces, se acercó a mí con cautela, bajó ante mí la cabeza y me pidió que lo montara. Al verlo más cerca me di cuenta que era más grande de lo que había calculado, o tal vez ahora pensado, yo era más pequeño de lo que me acordaba. En sí sólo recuerdo que cuando me monté en su lomo, cerré los ojos y sentí el viento rozar mi rostro; al abrirlos él ya no estaba, y lo único que me acompañaba era la luna en el cielo que adornaba el paisaje del que era testigo.
Después de eso no he podido olvidar un sólo día como escapé de aquella celda nauseabunda. A todo el que puedo le repito las palabras de aquella majestuosa ave, la magia ya es sólo un mito, una leyenda que en otros tiempos era vida. Era real, la magia ya es sólo un nombre que no significa nada más que el sinónimo del viento que viene y se va, y nadie se da cuenta de ello.
Fenixlit
Princess!!!: )... En primer lugar, tu relato me parece excelente; porque, siento que representa como tu esencia, cuando habla del Ave Fénix, de esa magia en ese ser, que representa tanto, el renacer, como es la vida; como te digo, esa magia que al igual esta presente en cada uno de tus relatos. Cuando imaginaba sobre el hombre en la prisión, me venia a la mente, como esos recuerdos, que nos pueden atar por un tiempo sin saber cuanto, y nos tiene cautivos sin poder escapar a veces. Pero como el Ave Fenix, el tiempo continua, se renueva, libera mas el esfuerzo propio de seguirlo, seguir adelante. Como en la primera parte del relato, recordar aligera la carga, reflexionar, sacar lo que se ha aprendido de ello, para luego poder olvidar y continuar.!... Me gusto mucho tu relato princess, me identifico con el.! ... Espero que hablemos pronto, tkm!!!:)!cuidate!!
ResponderEliminarBonito relato,,,un beso desde Murcia
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